El tiempo pone en manos de la memoria, hechos y personajes que hacen la historia de los pueblos. Los años setenta fueron testigos del gran flujo de periodistas en nuestra tierra, que forjaron a pulso la creatividad, disciplina, orden, vocación, aptitud, actitud, y respeto, por decirlo más, el conjunto de virtudes que hicieron grande el periodismo de la comarca. Como lo dijera el gran Jesús Martín Barbero “metiéndole ganas” al oficio, antes profesión, cuando la ley 51 de 1971 reglamentó su ejercicio. Pero ya con el tiempo, la conclusión como muchos de esa generación decían: La tarjeta profesional no hacía al periodista”.

Fueron épocas de sacrificios incansables, madrugadas llueva, truene, o relampagueé con tal de cumplir con los compromisos laborales a como diera lugar. Salir de casa, despedirse de las entrañas del hogar y echarse la bendición, era el ritual de aquellos tiempos, para llegar a las salas de redacción a iniciar la faena con libreta, y grabadora en mano, como únicas herramientas que forjaban los intrépidos reporteros de entonces, pues el teléfono quedaba en manos del mandamás del jefe de redacción o director. Tenían como manual la distribución de las fuentes por especialidad y todos salían en feliz romería a buscar la noticia, solo quedaba el custodio del jefe operando el teléfono y el teletipo para esperar la hora de seleccionar las noticias.

Todo tan sencillo. Pero sencillez en la facilidad con que todo se hacía. Dura la carencia de recursos físicos, tecnologías incipientes, salarios asimétricos, escasez de medios logísticos pero mucha sapiencia, esfuerzo y amor a la profesión como consagraban a esa generación irrepetible.

No eran los tiempos de la pauta publicitaria en manos del periodista, ni menos la manipulación de la verdad o el soborno del espíritu para salir a mentirle o hacerle conejo a la opinión pública. Los periodistas puros que no tenían otra manera de ganarse la vida, porque nacieron y descubrieron que su papel era representar con altura, una de las pocas tareas hermosas del rango de las profesiones liberales.

De a poco los tiempos cambiaron, fueron llegando legiones de personajes que fueron transformando el mapa ético y misional del periodismo sumado al cambio generacional, los avances tecnológicos y la abreviación de los modelos para informar. El arte de escribir con pulcritud se transformó, el manejo del idioma y los contenidos semánticos de la redacción y el estilo, dieron paso a otros estadios no menos ortodoxos, los géneros periodísticos se redujeron, y se pasó de una simplificación de los temas que amodorraron el oficio (como se concibe actualmente). Otros fenómenos arribaron a permear “el mejor oficio del mundo”, frase Garcíamarquiana, como la intromisión de otros actores como la política que lo contaminó, los poderes oficiales se fueron apropiando hasta convertirlo en girones, con el tiempo desaparecieron la objetividad, sindéresis y la ética como columna vertebral de su filosofía, sobreviven frente a la abundancia de escasez, quijotes que cabalgan en armaduras frágiles sin claudicaciones frente al sistema.

Heráclito de Éfeso en el tratado sobre la naturaleza afirmó que “El tiempo es el devenir, todo es impermanente” define las transformaciones prolijas que la modernidad plasma en el quehacer cotidiano de los ya casi desaparecidos hacedores de noticias, convirtiendo la realidad en la pasión por escribir, informar, por denunciar, crear contenidos, ilustrar opinión, investigar y orientar adecuadamente a un receptor cada vez más alienado y menos preparado para discernir información veraz y oportuna.

Los “viejos” periodistas aún jóvenes, saben todos los secretos, conocimientos, y experiencias y frustraciones que deja entrever el periodismo. Por eso la escuela empírica, no es porque aquellos periodistas no fueran preparados, el empirismo es sabiduría “todo conocimiento empieza con la experiencia, pero no por eso todo él procede de la experiencia” Emmanuel Kant en la crítica de la razón pura decía que todo conocimiento venía de la naturaleza, es a priori, universal y necesario, por ello el periodismo empírico va antes que apareciera la academia a brevar de sus fuentes para preparar las nuevas generaciones de comunicadores. Y es valedera la formación académica, porque la discusión no solo es el conocimiento, están en juego los valores ínsitos que tiene el sello individual, porque cada individuo es dueño de su propio destino para ejercer con creces el bello pero desagradecido oficio.

La celebración del día del periodista es una fecha mas, como tantas que se homenajean y es para seguir reflexionando el mundo que vivimos, las problemáticas de la sociedad actual, las nuevas narrativas que exigen campos críticos, demanda de información inteligente e imparcial, utilización adecuada de las plataformas digitales, contenidos profundos desde la perspectiva del desafío que plantea orientar bien los públicos, sustraernos del facilismo y de la maraña abrumadora de los fakes news. Todo tiempo pasado fue mejor y la gente lo echa en el olvido” dijo Ernesto Sábato en el túnel una de sus obras cumbres del escritor y dramaturgo Argentino. Muchas felicitaciones a todos los colegas de la región y recordemos que la mejor celebración no es asistir a una opípara, manera disimulada de congraciarse y justificar la efemérides, esta se hace enalteciendo y dignificando mas una profesión venida a menos y esta se hace desde el corazón, el cerebro, el compromiso, la dignidad, la ética y el estudio. Felicidades a todos.

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