Han enviado a mi WhatsApp como doce veces la grabación del Presidente Petro en la que se le ve y se le oye decir que, textual, » si logramos que una serie de actividades de la sociedad colombiana, que hoy se consideran crimen, no se consideren crimen más adelante, pues habrá, por definición, menos crimen en Colombia». Vea pues. Más claro no canta un gallo. Ni siquiera el Pollo López- Alfonso López Michelsen- de quien decían sus seguidores que cada vez que hablaba- o cantaba- ponía a pensar a Colombia. 

Pues a mí me puso a pensar Petro. Y a dar a luz, sin tapujos, una solución para encontrar la paz tan anhelada. Para que al fin haya paz, lo mejor es que no haya muertos, a consecuencia de la guerra. Ni del hambre. Ni de la intemperancia ni de la intolerancia. Ni del odio. Ni de la eliminación física de quien no piense como yo. Ni a causa del tráfico, ni del microtráfico de la droga. Ni de los celos. Ni del amor. A la mujer y al hombre ni con el pétalo de una rosa. Las muertes pasionales hay que dejarlas para las telenovelas y los folletines. Ni de los encuentros entre los soldados y los guerrilleros. Ni de los guerrilleros entre sí ni de los bandidos de todas las especies, entre sí. Ni matarnos por todo y por nada. ¿Y qué tal que dejaran de matarse los que salen de los estadios? ¿O los de las barras bravas de la política? ¡Cuántas veces y por tantos años hemos predicado que LA VIDA ES SAGRADA! ¿Habrá que decir entonces, con el poeta, que ya ni en la paz de los sepulcros creo?. 

Los caínes que nos tocaron en suerte, instrumentan las armas. ¿Y de dónde salen las armas?. Vaya usted a saberlo. Si no hay armas no hay homicidas y si no hay homicidios hay paz. Hay vida. Lo demás vendrá por añadidura. Desde luego, hay que acabar con los fabricantes y traficantes de armas y con las cuadrillas y con los ejércitos. No me crean. El desvarío me domina. Y la confusión. Y la obsesión porque las buenas intenciones como los ceses bilaterales del fuego, fuego que trae en sí la muerte, se lleven a buen puerto. Yo, como nuestro presidente, bien puedo concluir en que mientras no haya quien dispare, no habrá muertos ni heridos. Habrá menos criminalidad. 

Déjenme terminar estas delirantes líneas, con un saludo muy especial para José Félix Lafaurie, el veterano líder de Fedegán y hoy mediador en la mesa de negociaciones con los elenos, que, bajo la dirigencia del académico Otty Patiño Hormaza, busca el cese de más muertes inútiles en las filas guerrilleras y en las tropas legítimas del Estado colombiano. Bienvenido Lafaurie al equipo de los utopistas como yo y el Presidente Petro. Le leí a Lafaurie en estos días, lo siguiente: «efectivamente, la paz total sí es una utopía, lo que no quiere decir que, como propósito, no deba ser buscada. La utopía, un concepto originalmente aplicado a las condiciones de una sociedad perfecta, ideal, y, por lo tanto imposible, se extendió a todo lo inalcanzable, como la felicidad total, también utópica, pero cuya búsqueda da sentido a nuestras vidas. Igualmente, la búsqueda de esa utopía cobra sentido en una sociedad fracturada como la nuestra. Por ello debe ser el propósito, el «dogma» que, al decir de Ortega y Gasset, la entusiasme para construir un «Acuerdo sobre lo fundamental» entre los colombianos, como soñó Álvaro Gómez, tomó prestado éste gobierno y gravitó como respuesta en el foro». ( Revista Semana. Foro Colombia 2023). 

Sobra decir que estoy de acuerdo con las conversaciones, todas, que busquen evitar la muerte de más compatriotas. Que hay que decrecerla. Acabarla. O al menos, ¿reducirla a sus justas proporciones?. Sería una excelente contribución al anhelo presidencial de que, por definición, haya menos crimen en Colombia. 

Post Scriptum: Augusto López Ruiz, falleció en Bogotá, a principios del mes de enero del 2023. Se fue uno de mis más viejos y queridos amigos, como que compartimos pupitre desde tercero de primaria en el Colegio de Nuestra Señora de Manizales, hasta que obtuvimos el bachillerato. Augusto se hizo ingeniero, si mal no recuerdo, en la Universidad del Cauca, en Popayán, Ya radicados ambos en Bogotá fue frecuente la comunicación, los almuerzos y los acuerdos y los desacuerdos, en la siempre grata compañía de Manuel García López, José Wagenberg Zudarsky, Nelson Hincapié López, Fabio Loaiza, Iván Mejía Jaramillo, Pablo Villegas Botero compañeros de promoción, y con Henry Marín Villegas, quienes deben estar compartiendo conmigo la tristeza. López Ruiz siempre oportuno, mordaz, inteligente, saeteaba la conversación con los más agudos comentarios. Hasta cuando una penosa y larga enfermedad lo condujo a la muerte. Pues yo perdí al amigo y al lector, que en muy pocas ocasiones estuvo de acuerdo con mis opiniones, lo que me condujo a cambios y posiciones, que le agradezco. Beatriz Ardila, su compañera solidaria y samaritana permanente, sabe de nuestros sentimientos para Augusto y para ella, que hoy ratifico, muy en especial de parte de la promoción de bachilleres de 1958 del Colegio de Nuestra Señora de Manizales. 

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