La década del setenta fue pródiga en la aparición de periodistas. Las comunicaciones se reducían a las unos cuantos medios radiales y al periódico la patria, la televisión estaba centralizada en dos canales, y ahí se congregaba todo el esfuerzo, profesionalismo y capacidad de aquellos hombres y mujeres, que más por pasión y entusiasmo, se ganaban la vida sirviéndole a la sociedad, y colocándola por encima de sus vanidades o egoísmos.

Todo era tan diferente. Nada de atafagos molestos, cada medio disponía de selectos reporteros que anteponían su profesionalismo por encima de sus problemas personales, escases, bajos salarios, sacrificios y largas jornadas para echar mano de la noticia, la entrevista, redactar una crónica en las viejas máquinas de escribir Olivetti, remington o underwood y dedicando en consejos de redacción el pulimiento de la informacion o devanándose los sesos para sacarle partido a la sintaxis y la buena ortografia. La libreta de apuntes, un lapicero y la grabadora de entonces, que pesaba o era desproporcionada para algunos, pues no les alcanzaba la estatura para soportar su peso, o para posarse con ellas, en las barandas del corredor polaco o los amplios y altos cantilivers de la gobernación de Caldas, esas eran las herramientas insustituibles y necesarias para condensar la noticia.

La comunicaciones impersonales se reducían a un viejo teléfono de disco, acompañado de un mamotreto de nombres y direcciones de las fuentes. El tiempo generaba corre-corre para los reporteros de a pie, pues Los medios de cadena eran los únicos que contaban con vehículos, cuando requerían cubrir noticias a medianas o largas distancias. Las camaras nikon de maestro Sarmiento, fotógrafo oficial de la patria, que eran sus favoritas, contaba con un rollo máximo de 24 unidades de negativo, para grabar imágenes de los sucesos noticiosos del diario local. La televisión tenía que desplazar unas gigantescas camaras, y un grupo de expertos para destacar un hecho regional de gran impacto nacional. Las microondas como el teletipo apenas se asomaban para la época, la tecnología empezó a abreviar afanes para aligerar la noticia y presentarla en el menor tiempo posible a la audiencia.

Las emisoras ocupaban edificaciones inmensas para ubicar los radioteatros, salas de grabación, música, secciónes para el noticiero, sala de equipos, cabinas amplias y un salón para que el técnico acumulara aparatos para repararlos o revisarlos antes de su operación. Recordar aquellos nombres es rememorar verdaderos titanes del periodismo. Periodistas puros, empíricos, autodidactas, disciplinados y responsables, algunos empezaban ya, a combinar sus otras formaciones académicas y oficios con la PROFESION periodistica. Son 50 años o más que se cumplen de esas épocas épicas, dónde algunos sobreviven aún llevando a cuestas el pesado fardo de una PROFESION, convertida en un oficio, por mandato de la constitución de 1991, que de acuerdo a la Interpretación del emérito magistrado Carlos Gaviria Díaz, el art. 20 incorporado a la carta magna, la libertad de expresión no puede ponerle cortapisas ni condiciones para poder ejercer el derecho ciudadano a expresarse libremente, además porque el periodismo no precave un riesgo social (muy discutible), que ponga en peligro bienes colectivos.

Entendido como bienes objetivos desde la perspectiva de su ejercicio y práctica. Ahora el ejercicio esta montado sobre rieles de tren bala. Los medios digitales le robaron el sueño al talento, lo opaca y no lo deja ver, la explosión de medios navegan sobre un mar de incertidumbres, son pocos los surfistas que se levantan sobre la cresta, la belleza del idioma se reduce a unos cuantos cultores, la decencia se sobrepone como un sobreviviente en un mundo en caos. La ética vale tanto como el estropicio del snobismo. Hoy se muestra más una publicación por el valor procaz de su contenido y de quién la fábrica, y por el desparpajo de su creador. Aquí me refiero a la cantidad de basura que produce el internet. Unas cuantas propuestas serias se salvan del caos “mucha información, poca calidad”. Un tributo especial para los que se mantienen vigentes, los colosos del 70 y los que siguieron la herencia de los pioneros.

No queremos ser apocalípticos, hay una generación renovada de campeones, así gane la poquedad, que con brillantez intelectual, marchan dejando luz en la poterna y guardian en la heredad. Es aventurado evocar nombres, pues ello hace incurrir en olvidos injustificados, pero me atrevo a exaltar algunos de los intrépidos y persistentes cultores que como un conquistador de tierras desconocidas, siguen con su bitácora, enhiestos como una barra de acero e inoxidable por su dureza y finura y aferrados a su tierra como un crío en el lomo de su madre. Alvaro Hernando Gallego Naranjo, Dario Sanint Alvarez, Gildardo Ospina Ramirez, Miguel Angel Vega Cardona, Miguel Angel Vega Alvarez, Germán Ríos Martinez, Iván Dario Goez, Mariela Márquez, Estevan Jaramillo Osorio, Oscar Campuzano Rojas, Fabio Corrales “Faco” Fabio Arias Gómez “Ari”, Jaime Ríos Osa, Eduardo Aristizábal Peláez, Héctor Arango, (adoptado por esta tierra). José Octavio Marín “Pepillo” , Ramón “nonato” Salazar, José Miguel Alzate. Estos, como los veteranos de los años Siete cero que ya cruzaron el umbral de la resistencia. Reitero mis disculpas por un resto de nombres valiosos, seguramente de ellos me ocuparé en la reducida lista que sigue, y como los resplandecientes años 80, me ayudaré apoyado de algunos colegas que tienen la historia desmenuzada en sus prodigiosas memorias.

A todos los periodistas que ejercen con decoro su oficio, un reconocimiento especial, millón de éxitos y mis parabienes fervorosos…

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