Varios hechos sucedieron la pasada semana desde la instalación de una nueva legislatura, con una extensa disertación del presidente sobre lo que él considera requiere el país, con nuevas mesas directivas donde las alianzas de último momento ,la roya de la política, salieron a flote, la renuncia de la ministra de minas por sus actuaciones antiéticas, así como un nuevo desplante del jefe de estado con los habitantes de la ciudad de Bucaramanga, dónde se había comprometido asistir para presidir un foro ciudadano, incumplimientos que se han vuelto rutinarios que desdicen de la seriedad de un gobierno frente a sus gobernados, sin considerar los ataques de la insurgencia a la población civil, como a los agentes del orden, en esta etapa denominada por el gobierno de “la paz total”.

La gran verdad es que la figura constitucional del estado social de derecho consagrada en la constitución del 91 viene en crisis, a guisa de ejemplo los cinturones de pobreza en los grandes centros urbanos, las filas indignantes en las grandes ciudades para recibir el subsidio estatal, la polarización ciudadana donde las frases oficiales la acentúan con cada intervención presidencial, las protestas sociales, unas con justificación, propias de la democracia, otras coordinadas por el estamento gubernamental, olvidando que se debe gobernar para una nación, no para una fracción social.

Ahora bien, todo ese malestar social que ha contribuido al debilitamiento del estado, como a la desconfianza del estamento político, en gran parte se debe a un gigantismo burocrático para satisfacer la clientela partidista, al cáncer de la corrupción desbordada con cifras escandalosas en materia de contratación estatal, a las ofensas permanentes que el estado por intermedio de sus organismos le hace al ciudadano atropellándolo en sus derechos, sobre todo en materia de seguridad social, desdibujándose el ejercicio de la función pública, con funcionarios que acceden al servicio por el lobby, muchas veces falsificando títulos como el caso reciente de un viceministro de estado.

Lamentar de verdad, la ausencia de verdaderos líderes, tema universal, líderes con carácter y coherentes en sus posiciones, comprometidos con el beneficio colectivo, no sin antes expresar con nostalgia, que la sana política se volvió difícil de ejercerla en Colombia, donde los ciudadano honestos, capacitados, con amplia experiencia, la evitan, abriéndole el camino a una dirigencia azarosa que hoy por hoy viene gobernado en los entes territoriales a través de sus áulicos, donde lo que menos les interesa es el desarrollo social, y por lo que percibe, poco cambiará en las elecciones de octubre.

Abrigamos la esperanza de unas políticas incluyentes, regresar por la transparencia y el buen gobierno, recordándoles a los actuales y futuros dirigentes al estilo de Borges, “nadie es patria, todos los somos”.

ADENDA. Que debe entenderse por un acuerdo nacional, nuevamente propuesto para garantizar una buena gobernanza, ¿Pero a qué se refieren con eso del acuerdo nacional? ¿Será el de aglutinar a los distintos sectores políticos para mitigar el ambiente de polarización creado por el mismo gobierno?

La frase anterior nos hace recordar la conocida años atrás, la de “un acuerdo sobre lo fundamental”, expresada por el inmolado Álvaro Gómez Hurtado.

Toda voluntad de crear consensos, acuerdos, diálogos abiertos, pactos de convivencia nacional, serán bienvenidos, pero con transparencia, claridad en la formulación de los mismos, de cara a la nación.

*Ex magistrado

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