Por: Gentil Salcedo.  

La solemne, fervorosa y ritual Manizales siempre respira torería en época ferial y fuera de ella. Así la conocimos y disfrutamos desde hace mucho tiempo, quienes llevamos por dentro y por fuera la incurable pasión por el irrepetible “ballet de la muerte”.  Esa misma seducción hechicera y subyugante enamoramiento que un buen día nos mostró alguno de nuestros mayores.

“Ay Manizales del alma” coqueta y torera, la de preciosas damas que horadan gélidos corazones llegados del vecino nevado, la de inacabables óles con gigantescos ecos que sólo allí se escuchan (en la Monumental siempre lista para saludar a los visitantes de la capital caldense); en el mismo albero de broncas y largos silencios, en el de fantasías enfundadas en los ternos lucientes. Sí, los muy elaborados y bien recamados trajes que visten los coletudos cuando parten plaza en el “tapete arenoso”, como solía identificar este ruedo moreno don Paco Ayala Ruiz, el gran taurino de hueso colorado, de montera a zapatillas, novillero en sus años mozos cuyo testimonio mudo aún guarda la placita “El Soldado” del batallón Ayacucho.

El mismo y reconocido Luis Ernesto Ayala López, idóneo profesional en medicina veterinaria y zootecnia, laborioso funcionario en salud de su departamento y, para nuestra satisfacción, dignísimo alternante en la crónica del toro y sus variopintas facetas. Porque el destino generosamente nos permitió coincidir en medios de comunicación escritos, de radio y televisión.

Acariciando remembranzas (en las últimas tres décadas) del noble Paco,  el anfitrión por excelencia, el galante contertulio en noches de remate de corrida realizados en los estupendos salones de los tradicionales hoteles Las Colinas y Carretero; evoco gratamente  al hombre de la carcajada sonora y oportuno chascarrillo; el mismo oficiante del micrófono en su reconocido espacio dominical “Cuando suena el clarín” y en las emisiones de festejos mayores por Todelar Cadena Nacional, originando desde la inolvidable Transmisora Caldas y con cartel periodístico de  lujo que también integramos con  el gran narrador palmirano Oscar Hernán Correa y el maestro Fernando González Pacheco, con la voz comercial del veteranísimo José Fernando Rodas. Fueron, entonces, grandes paseíllos en los ruedos del periodismo taurino y de cuyas ejecutorias también dio oportuna cuenta el canal regional Telecafé en sus diarios noticieros, en época ferial, y en el programa que Ayala Ruiz bautizó como “Tercio de Quites”. 

Cierta vez una dama bella y cercana enfatizó en el diciente aforismo de que los hombres no tienen memoria, cuando somos requeridos para indagaciones relativas a los vaivenes del amor. Y, también Paco, el manizalita, muy discreto y ceremonioso supo incrustar vivencias de ese “…Toro enamorado de la luna…” (como en la bellísima copla torera del compositor y músico cordobés Carlos Castellano Gómez), en el cofre inaudible del silencio.

Hace aproximadamente un año, como infortunio aparecieron físicas dolencias que minaron la salud del valiente torero, quien (contradiciendo el texto bíblico), profetizó con autoridad en su tierra, en su plaza y en el ánimo muy quebrantado de todos quienes supimos que en la madrugada de este martes sucumbió en Manizales. Estoy cierto de que el Usía universal le otorgará los máximos trofeos que reserva para los mejores. Va por su señoría, “majo” Paco Ayala Ruiz.!!!

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