Me duele en Armenia tanta indigencia, personas con problemas mentales deambulando por las calles de la ciudad dejando suciedad a su paso. Sectores totalmente en poder de viciosos, maleantes, personas dedicadas a la prostitución, zonas donde ni las autoridades pueden penetrar localizadas a menos de tres cuadras del Centro Administrativo Municipal.

Duele el cordón de miseria y pobreza en la que habitan tantos quindiados, sectores convulsionados por el hambre y la necesidad. Jóvenes sin estudio dedicados al vandalismo conformando pandillas y grupos al margen de la ley, a su vez dedicados al microtráfico flagelo que se sigue desarrollando peligrosamente. La ciudad ha ido perdiendo su norte, sus costumbres por la llegada de personajes siniestros que corrompen la juventud.

Duele el permanente enfrentamiento entre la fuerza pública y los vendedores independientes, un problema de nunca acabar. La recuperación del espacio público es una necesidad, es una disposición legal, pero tiene sus costos. El mes de noviembre concluyó con peleas entre la policía y los vendedores, esperemos que esto no se repita en la fría y lluviosa navidad que comienza.

Duele que a muchos hogares quindianos y caldenses no llegue la navidad. Niños que no tendrán su juguete. Ojalá las campañas de los gobiernos seccionales y municipales contribuyan para llegar con sus regalos a los hogares más desprotegidos. Obras sociales y benéficas para los ancianos y los mismos asilos donde esperan sus últimos días decenas de personas que ya dieron todo en su vida. Me duelen tantas cosas que hoy no tenemos espacio para contarlas.

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