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Por Gonzalo Quiñones V.

La escombrera de la sonada y martirizada comuna trece de nuestra ciudad hermana Medellín ya no es una utopía. Una posibilidad o una perspectiva. Hoy son unas lánguidas hectáreas de terreno, metidas en el corazón humano de muchos colombianos y quizás en mayor porcentaje, por un sinnúmero de antioqueños “sin rumbo y sin destino” enterrados, expósitos, y que fueron asesinados por las fuerzas oscuras del narcotráfico y la violencia guerrillera urbana y del campo.

Y ya han pasado más de cuatro décadas, sometidos en el silencio cómplice, o el silencio del temor de quienes han tenido  conocimiento pleno de estas y otras atrocidades de lesa humanidad. Cuántas personas han discurrido por ese lugar. Cuántas dentro de su impotencia, miran simplemente ese espacio, mientras que sus mentes y sus sentimientos se llenan de lágrimas y desolación: madres, padres, viudas, hijos e hijas, nietos, primos. Madres campesinas y de la ciudad. Jóvenes de ambos géneros cuyas metas desaparecieron en cuestión de segundos. Buenos muchachos y adolecentes a quienes les apagaron su vida con tiros de gracia. Todos, sin excepción abandonados a su propia suerte, o mejor, a su propia muerte por decisión de alguien que ostentaba el poder y la desgracia de decidir la vida de sus compatriotas. El dolor sigue en silencio.

Los afectados directos e indirectos de los futuros cuadros y ¡restos reales! que pasaran por nuestros ojos en poco tiempo, merecen nuestra voz de acompañamiento y fortaleza. Nuestra solidaridad y misericordia. Teniendo en cuenta que la palabra escombrera, es sinónimo de ruina, basura,  o simplemente escombros, estos calificativos no caben para una persona humana, inclinémonos más bien por el calificativo del Cementerio del Silencio, porque el silencio, suena y sabe, a misterio y a respeto. A una especie de acto de consideración y aprecio final por la vida de tantas personas, sometidas al olvido, casi total. Exhortamos a las redes sociales, para que consignen sus voces de consuelo y apoyo  a las autoridades competentes, que llevaran a cabo la masiva exhumación, que demanda sabiduría, prudencia y claridad en su cumplimiento. Que participen también todas las entidades asistidas por la defensa de los derechos humanos y el rescate de la dignidad de las personas y de la familia colombiana.

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