Por:  Alberto Luis Gálvez Mejía 

Últimamente, por obra y gracia de la desfiguración informativa, la estereotipada frase que: “Quien no conoce la historia se ve obligado a repetirla”, trae a colación sucesos desarrollados en otros períodos, pero con algunos de los personajes que aun reverberan en la cotidianidad cuyabra, sin que el tiempo ni el desuso hayan permitido desalojarlos de sus pedestales.

Parodiando a algunos escritores grecoquindianos,  corría la década del sesenta en este rincón de patria, en medio de la euforia segregacionista que nos separó de Caldas, y ya inmersos, socioeconómicamente hablando, en la cultura cafetera, la capital quindiana era epicentro comercial, social y administrativo de una pequeña región emancipada, en un marco de actividades políticas que se desarrollaban alrededor de los partidos tradicionales con su buena dosis de cacicazgo.

Caudillismo este que fue evolucionando y adhiriendo nuevos personajes, algunos de ellos posicionados en la rumba nocturna, etílica, burdelesca, etc., uno de los cuales, si la memoria no me es esquiva, era el señor Emilio Valencia, más conocido por su remoquete de Carriel, intrépido empresario que logró mezclar su ambición mercantil, en una simbiosis de diversión de cantina, juegos de azar y politiquería parroquial, hasta levantar un imperio que no solo llenó sus arcas, sino que lo catapultó en la escala social y le permitió  transmitir el legado a su descendencia.

Producto de ese planeado ejercicio de poder hoy tenemos en la alcaldía de Armenia a su hija Luz Piedad, proyectada por su padre en el mundillo electoral, envanecida por sus correlegionarios y patrocinada por los empresarios del trasporte, los inversionistas del chance, los beneficiarios de las más jugosas concesiones y los comerciantes formales, la cual, igual que su padre, pero con menos arraigo popular, fue escalando en el vecindario blandiendo el trapo rojo, sin mucho esfuerzo personal y notorias falencias de liderazgo.

En el lado opuesto, libre de la tradición clientelista, tenemos a la señora gobernadora, emanada de ese estrato 3 atomizado que oscila entre la pobreza y la clase media encubierta, exhibiendo un proceso de superación a través del conocimiento,  y poniéndole el pecho a la brisa de diatribas impresas o de la comparsa de badajos en las redes sociales que incapaces de demostrar sus desaciertos administrativos se valen del más trivial argumento para descalificar su gestión, mirando como demagogia toda acción misional y programática que procure involucrarnos a todos en una dinámica de prosperidad.

Buscando contribuir desde mi humilde orilla al rompimiento de vestiduras de los viudos del poder, convencido de que ni la manipulación mediática ni la socarronería callejera podrán hacer mella en sus propósitos, visto el fervor de las gentes del Quindío, sin excluir los de su capital, por la señora Gobernadora y la identificación plena con sus proyectos sociales, me atrevo a sentenciar que tenemos SANDRA PAOLA HURTADO PALACIO para rato, duélale a quien le duela  y pese al disgusto de cierta casta privilegiada.

Visitas: 0