Por: Gonzalo Quiñones V.

En cuantos lugares y centros de salud especializados, muy pocos me imagino en sus hogares, hay jóvenes, y  adultos de ambos géneros  esperando que un noble corazón les done algún órgano, del cual depende su presencia viva en este mundo. Las últimas estadísticas  indican que son cerca de 900 personas en TURNO DE ESPERA. Todos cubiertos por la fe y la esperanza. Pendientes de un SÍ bondadoso y espontaneo. De una persona caritativa que diga aquí estoy para donar a mi hermano que no conozco, el órgano que necesita para vivir. Es cuestión simplemente de humanidad.

Invocando una de las tantas responsabilidades sociales y humanas a las que nos convoca EL SEÑOR JESÚS y por consiguiente nuestra iglesia católica, exhortamos a los hombres y mujeres de buena voluntad para que libremente se pregunten en qué nivel está su cultura de donación de órganos para aquellos que realmente los necesita, y se convierta, gracias a su gesto, unido a una verdadera espiritualidad, en un ser especial y diferente por su bondad y comprensión.

Si así se procede, nos encontramos frente a una sociedad que se ha divorciado por algunos momentos de la indiferencia y la insolidaridad y entra al más grande de los escenarios de la humanización: darle  vida a quien la está perdiendo lenta e inexorablemente. Renace también el verdadero derecho a vivir dignamente. Quien así actúa trasciende y con seguridad conquistará grandes metas. En este mismo espejo ejemplar queda ubicada la persona que dona sangre, guardadas las proporciones, porque donar sangre es donar vida.

Me inclino por pensar que la persona y su hogar que es capaz de desprenderse de un órgano vital para generar la “resurrección del hermano”, quedan bendecidos, porque simbolizan una de las tantas expresiones bondadosas de la ¡práctica de la verdadera caridad! Y al mismo tiempo dejan huella imborrable y prolongan la misericordia que en tantos y tantos momentos de nuestra existencia y el desenvolvimiento del universo, nos la manifiesta el DIOS DEL AMOR en quien tenemos puesta nuestra esperanza y en quien colocamos toda la confianza por aquellos 900 hermanos que no conocemos, pero sí, hemos visto en diferentes enfoques informativos y que cuentan con nosotros si Dios nos lo permite.

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