IMG-20121007-00224Las cifras en el departamento, en cuanto a accidentes de tránsito en motocicletas,  no son nada alentadoras y a cada instante en las carreteras, vías y calles de nuestra ciudad uno se encuentra con escenas desgarradoras de personas que son víctimas de la velocidad que no es controlada por quienes convierten las zonas urbanas y rurales en pistas de carreras, y las consecuencias ya todo el mundo las conoce.

Por: Oscar Hincapié Vallejo

Eran las tres y treinta de la tarde del domingo 14 de septiembre de 2014 y todo parecía transcurrir con tranquilidad en el barrio La Fachada de la capital quindiana, cuando, de pronto, dos jóvenes que conducían motocicletas AKT 125 c. c y Best 115 c. c, quienes pasaban frente a la manzana 4, y debido a la alta velocidad, colisionaron con consecuencias graves y que pudieron ser más grandes, si no media la intervención de una profesional de la enfermería adscrita al hospital departamental san Juan de Dios, quien se  apersonó de la situación y auxilió a quien estaba más delicado, pues ese joven, debido a lo duro del impacto, perdió parte de su dentadura, y los coágulos de sangre le estaban produciendo ahogamiento; pero, afortunadamente, fue atendido a tiempo; entre tanto, el otro conductor, poseído por el pánico y golpeado en una de sus extremidades inferiores, estaba más preocupado por la suerte de la otra persona que de la suya propia.

Como es natural, y haciendo honor a nuestra cultura, la aglomeración de gente no se hizo esperar y cada quien opinaba  cómo se debían prestar los primeros auxilios a los lesionados, y si los llevaban en un taxi, si esperaban la ambulancia o si dejaban que la enfermera hiciera su trabajo sin interrupciones.

El llamado a la ambulancia

Este columnista estaba muy cerca del accidente, y de inmediato procedimos a informar al 119 de bomberos para que enviaran una ambulancia para poder transportar a los heridos; solo 20 minutos después del pedido llegó un carro de rescate de bomberos Sinaí, con tres unidades, quienes en compañía de la enfermera acomodaron a uno de los jóvenes en una camilla, porque, al parecer, a- parte de haber sufrido lesiones en su dentadura, también se golpeó la cerviz.

Siete minutos más tarde llegó la ambulancia con los paramédicos, quienes  prestaron un servicio más avanzado, dieron parte de tranquilidad con respecto de otras posibles lesiones, atendieron a la señora madre del joven, quien sufrió un desmayo, y, entonces, emprendieron  el camino hacia los centros asistenciales.

Al sitio llegaron dos patrulleros de la policía en una motocicleta, quienes, aparte de observar y llamar por radio, no hicieron nada más, porque ni siquiera colaboraron con el despeje de la vía o a retirar la gente que estaba alrededor del herido, y hubo que esperar la presencia de los guardas de la SETTA para controlar el tránsito.

Si bien es cierto que los accidentes de tránsito se producen generalmente por imprudencia o  exceso de velocidad, accidentarse en ciudades como Armenia es nefastos porque, ¡imagínense!,  27 minutos para que llegue una ambulancia al sitio de los hechos.

Las cifras no mienten

En Colombia hay 2’763.000 motocicletas cubiertas con una póliza contra accidentes; el ingreso de motocicletas a las vías de las ciudades duplica el número de carros. Las motocicletas invaden el país.

 Las cifras hablan por sí solas: en Colombia hay 4’600.000 carros, y por las calles transitan 4’750.000 motocicletas; hay más de una moto por cada carro en el país.

La cultura de la motocicleta invadió Colombia, sin una preparación previa.

El desconocimiento del Código de Tránsito hace que muchos violen normas, como transitar en contravía, circular por los andenes, adelantar entre vehículos, utilizar las motos como camiones de carga, pasarse el semáforo en rojo, llevar sobrecupo de pasajeros, adelantar por la derecha y, en algunas ocasiones, conducir embriagados.

De cada 10 lesionados, 8 son conductores o parrilleros de motocicleta

Las aseguradoras dicen que la mayoría de los pagos por Soat se destinan a atender conductores o pasajeros de motocicletas.

Surgen preguntas

¿Cómo controlamos a los motociclistas que se exceden en la velocidad?

¿Habrá que aplicar con toda severidad el Código Nacional de Tránsito?

¿Los educamos o los sancionamos?

Las respuestas las tienen las autoridades o nuestros legisladores, quienes deben analizar el flagelo y poner en cintura a quienes ocasionan tanto desorden en Colombia.

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