44728Para los rectores y educadores de las instituciones educativas de la ciudad se ha convertido en un verdadero dolor de cabeza la presencia de un reducido grupo de jóvenes que causan desórdenes, traumas, peleas, irrespetos, venta de estupefacientes y prácticas indecorosas dentro de los planteles educativos; la gran mayoría de ellos  son criados por su abuelos o tíos porque sus padres viven en el exterior; andan armados y amenazan a todo el mundo.

Por: Oscar Hincapié Vallejo

Especial para EJE NOTICIAS PERIODICO 

Se volvió costumbre en Armenia y en especial en los colegios, que haya estudiantes que son los que mandan a callar a los demás, amenacen a los profesores y directivos, atraquen a sus compañeros, los despojen de la lonchera, de las gorras, las chaquetas, maletines, cuadernos, celulares y todo tipo de pertenencias.

Estos muchachos, de los cuales no se sabe si hacen presencia en los centros educativos para practicar  el turismo, estudiar o delinquir.

Portan armas como las famosas navajas “pate cabra”, “chupas”, “latas”, “machetas” y hasta revólveres de fabricación artesanal, y como es lógico, en el menú no puede faltar la “pipa”, “el cuero” y el “pucho” de marihuana, la bolsa de “cripa”; otros más sofisticados y pudientes llevan cocaína para que todo sea completo.

Llegan al colegio con mirada de matones, y bajo el efecto de los alucinógenos empiezan a cobrar el “peaje” a los más débiles, y con el producido de su actividad aumentan el capital para satisfacer sus necesidades.

La labor escolar

Cuando cualquiera de los educadores o directivos intenta increparlos o llamarles la atención por lo que están haciendo, entonces los insultan, los amenazan y hasta los agreden; hemos conocido casos donde los profesores salen lesionados, y aquí no hay justicia que los castigue; estos pequeños delincuentes se amparan en la Ley de Infancia y Adolescencia para cometer sus fechorías, y cuando los casos llegan al extremo y es necesaria la presencia de la fuerza pública, ellos ya saben cómo “descargarse” y al momento de ser requisados por la Policía no les encuentran nada, y parte sin novedad.

Otras veces utilizan a sus compañeras de estudio para que ellas les guarden las armas o la droga, y esto lo hacen especialmente cuando no hay presencia de una mujer policía, y como a las mujeres no las puede requisar un hombre, entonces de nuevo burlados.

La Secretaría de Educación municipal poco puede hacer al respecto porque si por aluna razón estos muchachos son retirados de la institución educativa, se amparan en la Constitución avocando el derecho a la educación, y deben ser recibidos nuevamente sin problema; claro que allí aumenta la crisis, tanto para el plantel educativo como para el maestro, quien ya tiene un enemigo al lado.

¿Por qué esta situación?

Generalmente los actores en mención son huérfanos de padres vivos, o sea que sus progenitores viven en el exterior y ellos son criados por los abuelos, tíos o vecinos.

Dicen algunos sicólogos que esta es una demostración de soledad y que la rebeldía es producto de esta situación y que por eso se refugian en la droga o en la maldad.

Al colegio van a todo menos a estudiar; hasta se ha descubierto que dentro de las aulas planean lo que van a hacer en los descansos, y han llegado al extremo de invitar u obligar a las niñas a que los acompañen a los baños para satisfacer sus necesidades sexuales.

Ya en los  centros educativos los profesores deben sacrificar el descanso para cambiar temporalmente de profesión y ser por unos minutos guardas de seguridad, y de esta manera impedir que se cometan abusos.

Afuera de los planteles están los jíbaros, que son los que surten a los pequeños vendedores internos, o los que directamente venden esas porquerías a los niños y que se las conocen todas para evadir la acción policial.

En los centros educativos superiores el tema se maneja a otra escala, pero el fondo es el mismo, la cadena opera de la misma manera y las negociaciones son de alta alcurnia.

Nos queda aumentar la vigilancia sobre nuestros hijos, dialogar con ellos, advertirles del problema, colaborar con las autoridades, apoyar a los docentes para que de la mano de ellos se pueda combatir este flagelo, y ponernos en manos de Dios para que esta situación no nos toque.

Otra salida puede ser tocar las puertas de nuestros parlamentarios para que ellos, quienes son los que legislan, promuevan la creación de una ley que castigue estas prácticas y que no sea tan laxa con estos muchachos; a nuestros gobernantes, para que intensifiquen las campañas de prevención; a los padres de familia, para que pongan un régimen más fuerte en casa; a la Policía, para que desmantele las bandas que están detrás de todo esto; a la Defensoría del Pueblo, a la personería y a todos aquellos que se sientan con derecho a participar. Entre todos podemos; no dejemos que nuestros niños y jóvenes se sigan contaminando y se sigan perdiendo en las drogas, la maldad, el sexo y la delincuencia.

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