Es la escabrosa pregunta que hoy nos hacemos todos los que habitamos en esta bella comarca. Y es una pregunta que siempre ronda los despachos policiales, de investigación, fuerza pública o entidades gubernamentales. Nadie puede ser ajeno a un episodio de esta magnitud, que ya permeo peligrosamente otros departamentos. Primero con la llegada de la subversión desterrada y aniquilada por la Octava Brigada, el frente 50 supuestamente ya no existe, así fracciones de la Farc quieran irrumpir sin éxito en nuestra cordillera; la mafia del narcotráfico tuvo en ocasiones su sede en el Quindío, pero los contundentes golpes lo fueron minando, hoy solo quedan pequeños reductos dedicados al microtráfico que hacen daño, destruyen la juventud y forman peligrosas bandas delincuenciales; el paramilitarismo nunca pudo operar en el departamento, aunque  se sabe que muchos de sus integrantes buscaron refugio en la zona, unos ya no existen, otros, pagan largas condenadas, los que sobreviven huyen de las autoridades, pero de este tipo de delincuentes aún quedan rezagos amparados bajo la fachada de la legalidad. Ahora el problema que rodea e intimida al departamento tiene que ver con bandas organizadas, poderosos grupos al margen de la ley que se hacen llamar Bacrim, dedicadas en su gran mayoría al control del microtráfico, que conlleva el delito en toda su máxima expresión, bandas dedicadas al tráfico de drogas, la extorsión, el secuestro, el chantaje, el sicariato, modalidades de las cuales hacen uso sin miramiento alguno.

El último episodio ocurrido en Armenia marca un triste hecho de cómo la delincuencia penetra en la ciudad, un taxista es abordado, llevado a cualquier paraje, torturado y posteriormente desmembrado, parte de su cuerpo aparece en el barrio Popular de la ciudad y otro en la salida a Montenegro. Este crimen no lo comete cualquier delincuente, tiene que ser un hombre sin compasión, una bestia humana preparada para agredir descarnadamente a un semejante. La víctima fue identificada como un conductor de taxi ampliamente conocido en el gremio, y aunque las autoridades comenzaron de inmediato a esclarecer el hecho, a la fecha los resultados no han sido contundentes, solo se dijo que el horrendo crimen podría estar enlazado con la captura de uno, sino el peor asesino del Norte del Valle, alias “Picante”, capturado recientemente. Este tipo de asesinato no es normal en un departamento como el nuestro, al contrario preocupa y enciende las alarmas en torno a la seguridad en la región. Por eso salta el interrogante, ¿Será qué las bandas organizadas sí operan en el Quindío? ¿Las autoridades saben de ello y callan? Preguntas que solo pueden ser resultas por los organismo de seguridad.

Esperemos que en el Consejo de Seguridad previsto para hoy o mañana los servicios de inteligencia puedan informar sobre los resultados de estas investigaciones y conozcamos de primera mano a qué atenernos, pues como dijimos arriba, la guerrilla aparentemente no existe, los paramilitares nunca pudieron sentar sus alas en el Quindío, la mafia fue siendo desterrada, y solo sobrevive el micro tráfico en toda su dimensión con las secuelas que deja el sicariato y a lo mejor las llamadas bandas criminales.

La dirección

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