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Por: Manuel Gómez Sabogal

¡Excelente! Ojalá cada mes hubiese un día sin carro. Es como un día sin celular para muchos. Se puede vivir mejor, caminar, sentir el aire limpio que nos rodea.

Se puede conversar con los amigos, sentarse a charlar al calor de un café. Se disfruta todo lo que vemos, sin afanes, sin afugias. Se siente la libertad plena.

Quienes protestan por el día sin carro, deben estar enseñados a vivir montados en un vehículo. Deben estar enseñados a conducir, sin bajarse del carro. A caminar una cuadra, después de dejarlo en un parqueadero y regresar de una vuelta simple, sencilla.

Caminar, para muchos, es de gran beneficio. Se sienten con la libertad de hacer ejercicio a diario, porque están enseñados a recorrer varios kilómetros sin sentir cansancio alguno. Sienten que todo les queda cerca y se les hace un recorrido demasiado corto.

Caminar, para otros, resulta un verdadero suplicio. Jamás lo hacen, pues están enseñados a conducir el carro o la moto. No tienen idea del bien que les hace caminar, sentir el asfalto o la grama.

Quienes viven pendientes del vehículo, poco o nada conocen de sitios importantes en la ciudad, cualquier ciudad. Les parece un calvario bajarse a caminar. No les interesa en lo mínimo poder saludar a los amigos, sentarse a conversar.

Por ello, el día sin carro es saludable. También para quienes utilizan la bicicleta. La tienen guardada o solamente la usan para sus paseos de fin de semana. Es un día extraño para ellos, pero agradable, porque pueden pedalear con amigos al sitio de trabajo. Pueden encontrarse y salir en sus bicicletas rumbo a las empresas.

El día sin carro es interesante. Otros, aprovechan para estar en casa leyendo, escribiendo, de pronto, viendo alguna película que tienen guardada o simplemente, descansando.

Si hubiese un día sin celular, se podría hablar más, podrían encontrarse los amigos y los almuerzos serían más familiares. Si hubiese un día sin celular, volveríamos a ser como antes.

Por ahora, sintamos ese fresco que hace al no escuchar pitos, gritos estridentes de conductores apurados, motos que van por derecha, centro, izquierda, sin sentido alguno. El bullicio de los que utilizan publicidad a gritos con parlantes que se escuchan por todo lado.

Se deja el ruido por un día y se vive una atmósfera de tranquilidad, calma, frescura. Es un día sin carro para caminar, para solazar el espíritu, para sentir que se puede vivir sin afanes, atosigamientos. Se respira aire puro

Volveremos a la realidad y nos esperan semáforos, motos, gases, ruido, gritos, velocidad. ¡Qué lástima! De la calma al bullicio de nuevo.  Pero, para pensar, queda que haya otros días sin carro. Cada mes, una fecha especial nos hará vivir plenamente lo que a diario no podemos hacer.

La vida se disfruta y se conecta con el espíritu, cuando nos liberamos de cosas que no requerimos.

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